Más allá de lo prescrito
Por: Julio Huayta
El actual viraje político-partidista
se encuentra en pleno dinamismo. El estado de reposo de los partidos políticos ya
no es más parte (al menos, por ahora) del panorama coyuntural, y ello se debe a
que el Perú se encuentra ad portas de una elección congresal a fin de
que la ciudadanía defina nuevamente quienes serán los parlamentarios que
ejercerán el mandato representativo hasta el 28 de julio de 2021. Los partidos
y organizaciones políticas ya inscribieron sus respectivas listas de
postulantes al Parlamento ante el Jurado Electoral Especial. No obstante, con
anterioridad, estas mismas organizaciones y partidos ya daban a conocer quienes
serían los nuevos rostros que intentarían cambiar la desazón del electorado peruano
respecto al Parlamento nacional.
Algunos rostros salieron a la luz, y
fueron duramente criticados. Robert Muñoz, más conocido como “Clavito” por el
nombre de su banda musical, es uno de los candidatos de “Podemos Perú”, el
mismo partido con el que postula el polémico Daniel Urresti. Asimismo, algunos excongresistas
intentan la reelección. Tal es el caso de Alberto de Belaúnde y Gino Costa, a
través del “Partido Morado”; Rosa Bartra y Yeni Vilcatoma, por “Solidaridad Nacional”,
partido liderado por Luis Castañeda Lossio; entre otros congresistas ya
bastante conocidos. Incluso, algunos nombres de la farándula han sido voceados
como posibles candidatos para ejercer beneméritamente la labor parlamentaria,
entre los que se encuentran Mariella Zanetti, Monique Pardo, y Judith Bustos.
Sin duda, el electorado peruano tendrá
candidatos de todos los gustos, colores y sabores. Sin embargo, vale la pena
reflexionar en torno a la labor parlamentaria y las exigencias que la misma
conlleva. Es claro que los requisitos para postular al Congreso de la República
no son nada difíciles de cumplir. El artículo 90 de la Carta Fundamental
prescribe que para ser congresista solo se tiene que satisfacer tres
requisitos: 1. Ser peruano de nacimiento; 2. Haber cumplido veinticinco años; y
3. Gozar del derecho de sufragio. De tal suerte que, quien cumpliese dichos
requisitos y encontrase un partido que lo albergue para su postulación, tendría
la posibilidad de llegar a ser representante de los ciudadanos peruanos.
Sin perjuicio de lo anterior, la labor
parlamentaria, una de las más antiguas e importantes de la historia de la
democracia representativa, posee exigencias implícitas, que se derivan del
mismo ejercicio parlamentario, razón por la que es necesario que todo candidato
las cumpla o, al menos, que intente satisfacerlas. Los requisitos que establece
la Constitución, aunque en sintonía con el derecho a la igualdad de
oportunidades, son los proporcionados, teniendo como referencia un estado de
cosas en la que los candidatos comprenden con exactitud lo que la labor
parlamentaria verdaderamente significa.
En el Perú no hay una auténtica
consciencia de lo que abarca la función parlamentaria, pues, si fuese así,
muchos de los que hoy se encuentran postulando, no lo estarían haciendo.
Incluso, en virtud de un voto de consciencia y firmeza con los valores de la
democracia, desertarían de su candidatura, dado que la labor parlamentaria no
es una manifestación de buenas intenciones, ni mucho menos de buenas generosidades.
Además de representar, los parlamentarios tienen que legislar, estudiar los
proyectos de Ley en la respectivas Comisiones, y posteriormente contribuir en
la emisión de un dictamen sobre los mismos.
Por ende, los candidatos deben conocer
el proceso de iniciativa legislativa, y comprender con claridad que crear
legislación no es lo mismo que crear ley. Como señala el maestro Delgado-Güembés
en su Manual del Parlamento, para crear o aprobar legislación basta que las
mayorías y el Gobierno decidan asignarle un número a determinada pieza
normativa. Sin embargo, para crear una ley, la voluntad de legislar no es
suficiente, debido a que la ley es un instrumento necesario y fundamental para
definir la estructura de la sociedad en correspondencia de un orden legítimo,
justo y general, que sea justificable tanto ética como políticamente.
A diferencia de la legislación, que se
concretiza con determinada voluntad, para que un producto legislativo sea
catalogado como “Ley” requiere de ciertas exigencias sustantivas y de
contenido. Por esa razón, la ley debe tener carácter crítica y colectivamente
estructurante. La suficiencia técnica de los parlamentarios, a quienes los
ciudadanos les delegan la responsabilidad de legislar, no tiene que convertirse
en una dimisión del mandado representativo por la suplantación de la
representación por parte de asesores o personal técnico especializado. El
mandato representativo es inalienable y no tiene carácter mercable. Un tercero
no tiene por qué reemplazar el rol que los ciudadanos le otorgaron a los
congresistas, y el que no sean elegidos por sus capacidades intelectuales o expertise
técnica no es eximente justificable para no aprender y no dar la talla en el
encargo que asumieron.
Además de la función legislativa,
existen otras funciones que el candidato a parlamentario tiene que conocer para
reivindicar y honrar su labor. La crisis del sistema representativo no se
manifiesta porque los asesores con los que cuenta el congresista sean buenos o
malos, ni tampoco porque el representante se aproxima a la ciudadanía para,
populistamente, tener el favor de ellos. La crisis del sistema representativo
se da porque, habiendo tenido la oportunidad de ejercerse una buena labor
parlamentaria, simplemente el representante no lo hizo, por ignorancia o por
desidia. Pero no cumplió a cabalidad su labor.
En definitiva, más allá de los
candidatos que postulan al Congreso, debido a las inexigencias sobreentendidas
de la Constitución, el ciudadano peruano tiene el rol fundamental de cerciorarse
de que los que ocupen los curules congresales tengan la debida capacidad
técnica para ejercer adecuadamente la labor parlamentaria. Si bien el filtro
para la selección de candidatos prósperos deben ser los partidos políticos, ya
no es posible fiarnos de ellos. El electorado peruano tiene estudiar,
reflexionar y evaluar a cada candidato. Caso contrario, que no nos sorprenda
volver a tener un Parlamento muy próximo en cualidades (defectos) que el ya
disuelto. El remedio puede terminar siendo peor que la enfermedad.
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