El hombre de paja en la política peruana
Por: Julio Huayta
El clima de tensión vivido hace tres
semanas atrás, en razón de la disolución del Congreso de la República, y las distintas
disidencias entre constitucionalistas que consideraban que el accionar efectuado
por Martín Vizcarra se enmarcó dentro de los parámetros de la Constitución, y quienes
consideraban lo contrario, se han ido mermando. Ciertamente, los políticos y opinólogos
han dejado de lado esa reyerta coyuntural y, hoy por hoy, están concentrados en
lo que serán las elecciones congresales de enero de 2020.
No obstante, tanto desde el momento en
que hubo esa tensión previamente referida, como en la actualidad, en donde, un
sector de la “población” (partidos políticos ya conocidos), sospecha que los
candidatos de izquierda, (alianza Juntos por el Perú y Nuevo Perú, y otros) quieren llegar al poder para lograr una
suerte de “totalitarismo del siglo XXI”, se han proferido una retahíla de
acusaciones sin fundamento, en especial, hacia la izquierda peruana, y el dialogo
político se ha trastabillado por sustentos infértiles y poco lógicos, lo cual,
evidentemente, en la política peruana no es nada nuevo. Sin embargo, si se
quiere seguir una ruta de cambio político y de renovación, más allá de las
reformas políticas y constitucionales que merecen ser aprobadas, es perentorio que
se madure el sentido argumentativo de los políticos por uno claro y verosímil.
Muchos peruanos, quienes coinciden con
los analistas políticos y constitucionalistas que han mostrado una opinión y
que, no intencionalmente, también coincide con la de la izquierda peruana, han
sido objeto de una serie de comentarios malintencionados y se les ha endilgado epítetos
incoherentes. Al parecer, decir “rojo”, “comunista”, o “terrorista” a los
peruanos que no coinciden con el análisis de los que piensan diferente (a los partidos tradicionales), se ha vuelto de
moda.
Esta clase de comentarios es óbice para
la consolidación de una política saludable. El paradigma de la ciencia política
y del análisis político actual promueven el estudio y sistematización de la “política”
a través del método científico. Y las “revoluciones tecnológicas”, como lo llama
Thomas Kuhn, han permitido desterrar el viejo paradigma del progreso acumulativo
de los conocimiento para el análisis político, coadyuvando a que las reglas de
la lógica puedan prevalecer por sobre la prédica dogmática y apasionada de
algunos cuantos. Es claro que la primera brecha entre la política y la ciencia
es que la ciencia no se mantiene sin la consideración de las reglas de la
lógica. Sin embargo, es necesario, para efectuar análisis político, que se
tenga como filtro las reglas de construcción argumentativa lógicas.
Barba Durán y Santiago Nieto, en “la política
en el siglo XXI”, han esgrimido que las falacias necesariamente deben de ser
evitadas por quienes pretenden analizar la política, en especial, por los
periodistas políticos y los políticos de intuición. Entre las múltiples falacias
desarrolladas, los autores hacen referencia (amplia) a la falacia cometida por
quienes endilgan los tipos de adjetivos ya referidos. Esta clase de desconstrucción
lógica es denominada “falacia del hombre de paja”, y consiste en desdibujar los
argumentos del que piensa distinto, exagerando, cambiando sus palabras, o descalificando
con algún apelativo (derechista, izquierdista, comunista, fascista, nazista).
Los autores identifican que el problema
de caer en esta clase de falacias es que quienes lo profieren no hacen más que
dejarse llevar por dogmatismos, doctrinas no razonadas y con fe exacerbada. De
ahí la necesidad de, para evitar análisis o argumentos de esa naturaleza,
emplear el método científico y la construcción de hipótesis. Un claro ejemplo
de ello es lo sucedido en la campaña presidencial de Mauricio Macri de 2015,
candidato que defendía ideas de corte social para defender su postura política.
A este candidato lo tildaron de incongruente, arguyendo que no podía defender
esas ideas, puesto que no era posible que una persona que haya nacido en una
familia de clase media-alta pueda tener esa sensibilidad.
En efecto, lo más probable es que esos
críticos no hayan, ni siquiera por curiosidad, leído la historia o pensamiento
de Fidel Castro, Carl Marx, Lenin, entre otros. Sin embargo, sea como fuere, se
puede apreciar de aquel ejemplo que caer en ese tipo de falacias hace que la
realidad se obnubile. Es dañino para la democracia. Si hay que reconocer los méritos
del contrario, se hace, y ello, permite que los intereses de uno no se impongan
por sobre los de otros, a costas del bienestar general. Si se busca que la
democracia y la política peruana sean saludables, se debe (debería) empezar por
analizar la política a través del método científico.
Muy bueno, sigan asi
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