Entropía política: Fortalecimiento del centro democrático y la gesta populista latinoamericana
Por: Julio Huayta
Colores políticos, mixturas ideologías y consignas perpetuas son algunas de las categorías frecuentemente usadas para describir los fenómenos políticos desde perspectivas programáticas. Esta clase de fenómenos y/o manifestaciones evidentes del contenido político de las organizaciones e instituciones que tienen como fin ulterior lograr un escaño gubernamental no es ajeno en la coyuntura latinoamericana. De hecho, esta parte del continente americano ha sufrido un proceso de transformación política de cambio, tanto en sentido orgánico como sustantivo.
Desde banderas izquierdistas hasta la ultra derecha se han presenciado de alguna u otra forma en el foco social y político de Sudamérica. El resultado de los últimos 20 años de esta entropía es una regresión del comportamiento del ciudadano, quien –muchas veces- se convierte en un agente meramente pasivo al no comprender que la política se practica a diario con cada decisión autónoma. En ese sentido, al ser, los ciudadanos -en variopintas oportunidades-, meros depositarios del discurso de organizaciones políticas, estas últimas suelen, a través de ardides o estratagemas, convencerlos, sembrando en ellos un sentimiento de
incertidumbre y falsa ilusión que, al final de cuentas, se convierten en vanidades pretensiosas.
Una característica esencial muy clara del sistema electoral latinoamericano es la eclosión de organizaciones antitéticas, las cuales “en aras de democratizar el país”, han venido ejerciendo un vano populismo y un falso discurso de nacionalismo. Ante esta coyuntura un tanto complicada de reforma política afrontada por Sudamérica en general, así como la crisis de las instituciones gubernamentales en todo ámbito político de participación y la extensión del fenómeno desdeñable denominado “Corrupción”, la población ha perdido confianza en la democracia. Sin duda, se ha desvirtuado el bastión-soporte del Estado Constitucional de Derecho.
Una característica esencial muy clara del sistema electoral latinoamericano es la eclosión de organizaciones antitéticas, las cuales “en aras de democratizar el país”, han venido ejerciendo un vano populismo y un falso discurso de nacionalismo. Ante esta coyuntura un tanto complicada de reforma política afrontada por Sudamérica en general, así como la crisis de las instituciones gubernamentales en todo ámbito político de participación y la extensión del fenómeno desdeñable denominado “Corrupción”, la población ha perdido confianza en la democracia. Sin duda, se ha desvirtuado el bastión-soporte del Estado Constitucional de Derecho.
Sobre el particular, es conveniente referir que el basamento o expresión de motivos de la población es la no congruencia entre las ideologías o consignas perpetuas y lo que verdaderamente cristalizan los entes políticos que toman un curul. Debido a lo anterior, la decisión de los ciudadanos, al presentarse comicios electorales, se direcciona hacia los focos extremos. Cabe resaltar que esta práctica es tan evidente en países como Brasil, Argentina, Uruguay e incluso Perú.
En dichos países el proceso de democratización pluralista se ha desdibujado, no conceptualizándose en su mayor expresión[1]. De ahí que Laclau –según refiere Aguerre (2017) - en su obra “La razón populista” haya “generado cierto revuelo intelectual en torno a una propuesta teórica plausible para la aceptación del populismo como una opción válida y casi diría necesaria para alcanzar la democracia en América Latina”. De lo dicho, se desprende que el avance de los sectores populistas actualmente no tiene parangón con los populismos clásicos, tales como el de Juan Domingo Perón en Argentina, el de Velasco Alvarado en Perú o el de Goulart en Brasil.
De hecho, con la aparición de nuevos entes populistas, la poca experiencia política sale a relucir, en razón que han direccionado a configurar a América Latina bajo una perspectiva antidemocrática. Por lo tanto, es menester recuperar y fortalecer el centro político mediante estrategias definidas. En esa línea, los acuerdos políticos son un mecanismo de fortalecimiento del centro de poder, cuando este encuentra ante agentes antagonistas que son rémoras para el pleno desarrollo del país.
Un ejemplo evidente de necesidad de fortalecimiento del centro político es el caso coyuntural de Venezuela. La oposición pretende desestabilizar el régimen. No obstante, para contrarrestar dicho interno golpista, es necesario construir mejores lazos y acuerdos, de manera que permita llegar a un consenso y dar un respiro al gobierno. Los planes teleológicos no deben ser motivo de cambio radical. Los lineamientos ideológicos no son adecuados para gobernar, pero la adecuación al espacio situacional y temporal del país hará posible un mejor manejo de las instituciones y fortalecerá la democracia
Asimismo, es importante que se manifieste una recuperación del sistema republicano[2], el cual también ha sido dañado por los gobiernos populares, debido a que estos obligan a las personas a obedecer sus leyes, sin otorgarles derechos a participar en el gobierno. A simple vista, la solución es bastante clara: el fortalecimiento de los derechos democráticos. Estas medidas ya han sido bastante aplicadas a lo largo de los
siglos XIX y XX, de modo que la coyuntura afrontada motiva la recuperación de estas garantías, poniendo en especial consideración el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos a participar activamente en el aspecto político del país.
En definitiva, la confianza hacia las organizaciones políticas per se y hacia las instituciones del gobierno se ha desnaturalizado. Los ciudadanos las observan con un sentimiento de reproche, puesto que los malos entes del gobierno se han encargado de dejar esa perspectiva sobre los aparatos que usa el Estado para dirimir los asuntos en el país. En esa línea dialógica, toma especial importancia el fortalecimiento del sistema electoral latinoamericano, sus instituciones y los partidos políticos. Ello, al final de cuentas, hará posible que la democracia pluralista sea una realidad clarificada y no un mero hecho idealista o una pantomima que los
poderosos usan para disfrazar sus fines no altruistas en desmedro de la población civil.
Bibliografía
- Aguerre, M. (2017). El populismo latino-americano. Revista de la Facultad de Derecho(42), 9-42.
- , R. (1998). La democracia. ArielQuintaEsencia.
- Ortiz, S. (2007). “República y republicanismo: una aproximación a sus itinerarios de vuelo”. En: Argumentos. Estudios críticos de la sociedad, 20(53).
[1] Robert Dahl señala que “El problema quizá más persistente y fundamental de la política es el de evitar el gobierno autocrático. Durante toda la historia conocida, incluyendo nuestra propia época, los líderes guiados por megalomanía, paranoia, interés propio, ideología, nacionalismo, creencias religiosas, convicciones de superioridad innata, o puro impulso y sentimiento, han explotado las excepcionales capacidades del Estado para la coerción y la violencia con el objetivo de ponerlas al servicio de sus propios fines.” En: Dahl, R. (1998). La democracia. Ariel QuintaEsencia, pág. 57.
[2] Ortiz esgrime que: “la república significa la cosa pública, la cosa del pueblo, la comunidad, la empresa común de los ciudadanos, dirigida por ellos para la consecución del bien común. En consecuencia, la res publica tiene una naturaleza eminentemente pública (polis) y se distingue por principio de todo lo que corresponde a la esfera privada (oikos) de la vida humana. Como término genérico, al mismo tiempo, el concepto de república comprende una teoría de la soberanía política, según la cual todo poder político proviene del pueblo y todo acto de gobierno debe someterse a leyes justas que procuren el bien común.” En: Ortiz, S. (2007). “República y republicanismo: una aproximación a sus itinerarios de vuelo”. En: Argumentos. Estudios críticos de la sociedad, 20(53), pág. 11-34.
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